LA REIVINDICACION DE LOS MODERADOS: UNA NECESIDAD EN EL DEBATE NACIONAL.
Somos un país golpeado por una crisis y es en ese escenario donde diversos actores entran al juego con el propósito de conducir la discusión en torno a las soluciones que nos permitan superar estos difíciles momentos.
En estos tiempos, la polarización ha encontrado un dulce hogar, lo cual no quiere decir que antes esta no existiera, sino que ahora se ha vuelto un factor común, la norma, la tónica de la discusión que nos puede conducir a un punto de no retorno.
En un primer acercamiento, es importante sincerarse y reconocer que el conflicto es inherente a lo político, no se trata entonces de amputar a la política de “lo problemático” como han pretendido algunos autores que se han referido al fenómeno; sino que más bien, de solucionarlo de manera pacífica. De allí que la polarización no es per se el problema, sino que el grado de polarización política se constituye como una variable clave, ya que repercute en la forma o hasta que nivel la opinión pública se divide.
LA POLARIZACIÓN UN NEGOCIO RENTABLE
La solución se ve entrampada cuando tenemos un escenario donde hay elites ilustradas y caudillos que han logrado encontrar en la polarización un negocio rentable para capitalizar electores, no dudando un momento si quiera en reproducir frases incendiarias y argumentos de slogan instrumentales para generar una mayor combustión.
El hecho es que un alto grado de polarización les permite alinear a la ciudadanía en sus filas, ciudadanos que son vistos como rebaño por estos actores. La polarización desciende a la sociedad civil y a la discusión, la que se fragua en los insultos, términos repetidos a forma de cliché, argumentos prefabricados, falsas dicotomías, la imposibilidad de reconocer lo positivo y la necesidad de exagerar lo negativo, entre otras.
Y es que como dice un viejo refrán “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Uno de los objetos de los extremos que fomentan la polarización es precisamente terminar con las opciones de centro para dejar en la cancha a los polos como únicas opciones, los cuales como efecto bola de nieve, se van enriqueciendo y retroalimentando por medio del discurso agresivo. Así es también como se va produciendo el empoderamiento de los caudillos que pasan a transformarse en seres que “siempre tienen la razón”. Esa es la lógica de trasfondo que hace tan tentador para los sectores extremistas, el argumento: «o yo o el caos».
LA POSICIÓN MODERADA EN LA ADVERSIDAD
Hoy en día, tener una posición moderada significa asumir el costo de ser tildado de amarillo, es ser menospreciado en el debate pseudo intelectual por ser “tibio”; hoy el que se encuentra en una posición ideológica de centro, es visto como alguien sin sustento, la estrategia es descalificar a los moderados. El asunto es que si antes las posiciones competían por usar los espacios de la moderación, ahora lo están haciendo en los extremos, en lo radical. Y es que hoy ser moderado no es rentable y en el debate entre lo blanco y lo negro, el que plantea la existencia de matices es rotulado como débil o desleal.
Así las cosas, en lo práctico por ejemplo, ser de oposición y salir públicamente apoyando al Gobierno por alguna medida implementada o defender alguna de sus mociones legislativas pasa a ser incompatible o inútil para propósitos electorales. O un ejemplo más aterrizado en la discusión constitucional, quien sea de derecha y está por el apruebo, es visto por su sector como un traidor o tonto útil y por el adversario como un oportunista.
La paradoja es que los sectores extremos se intentan apropiar del concepto del sentido común, autodenominándose sus alfiles, perdiendo incluso la concepción de la realidad objetiva y afirmando que ellos son los moderados.
En estos tiempos ser verdaderamente moderado implica asumir la actitud de un pez que nada contra la corriente, de no limitarse a rechazar simplemente otras posturas, ni tampoco de sacar un poco de cada una aleatoriamente para ingresar estas ideas a una juguera.
Los altos grados de polarización no son una sentencia de muerte de la cual no sea posible escapar, ya que tal como refiere Sartori, no se trata de que las comunidades políticas polarizadas están condenadas a la autodestrucción, la complejidad entonces viene dada por enfrentamientos con crisis exógenas o explosivas. En palabras de este pensador “la política inmoderada e ideológica lleva a la parálisis pura y simple o a una secuencia desordenada de reformas mal calculadas que acaban en el fracaso” y agrega que las grandes distancias ideológicas sin dudas conducen a oposiciones hostiles e irresponsables, existiendo en definitiva un eventual colapso democrático.
LA POLARIZACIÓN CONTRIBUYE A LA CRISIS DE CONFIANZA
El debate es serio, ya que involucra a la confianza social. Como se ha dicho en repetidas oportunidades, el país sigue atravesando por una profunda crisis de confianza. Según la Encuesta Bicentenario UC 2020, ni el gobierno, ni los parlamentarios ni las empresas superan el 10%.
Distintos actores predican a diario de la necesidad de recuperar las confianzas, arrogándose la autoría de recetas para aquello; sin embargo, pocos han entrado en razón respecto al rol gravitante que juega la polarización política y el fomento de la misma en la pérdida de la anhelada confianza. Es entonces aquí donde llegamos al quid del asunto, la confianza social disminuye en contextos donde se produce mayor polarización política del conflicto. La polarización no solo disminuye la confianza institucional o política, sino que también aquella que tenemos respecto de nuestros conciudadanos. Y esto dado que la confianza social se genera y funciona, como plantea Fukuyama, por medio de “perímetros de confianza social” siendo este determinante de la amplitud del círculo de la cooperación con los otros. En síntesis, la polarización política fomenta una mayor diferencia entre las personas y los grupos, mayor división política y social, por tanto, mayor pérdida de confianza social.
ABRAMOS LA PUERTA A LA PRUDENCIA
Ahora la pregunta es ¿Cómo desactivar una sociedad polarizada? Se hace necesario reivindicar la moderación como factor gatillante para recuperar las confianzas y generar un diálogo real. El centro es un punto con una identidad flexible que a la hora del debate racional sobre la libertad, es más reticente a los sesgos de un bando único.
Las posiciones moderadas deben recordar a Aristóteles y la sabiduría práctica, como capacidad de pensar y prevenir acontecimientos y riesgo de una situación o una decisión. No se trata de anular a los extremos, ni de plantear el dilema entre lo bueno y lo malo, sino que de reconocer la desmesura para anticiparse y prevenir, en un contexto donde el cálculo electoral es el que comanda. Ser moderado tampoco implica resistirse a los cambios estructurales, sino que habla de la predisposición frente a los mismos, desde una perspectiva realista.
Compartir el diagnóstico de que en nuestro país “el problemas es de todos” implica necesariamente una respuesta que sea capaz de trascender a la falsa dicotomía que ha capturado nuestro debate político durante los años: “si no estás conmigo, estás contra mi” y pasar a construir puentes con espacio de diálogo sincero, evitando así la polarización política, que en estos momentos que estamos por vivir harán más difícil el proceso, puesto que solo profundiza nuestras diferencias ideológicas hasta volverlas irreconciliables. Los protagonistas de la polarización deben asumir de una vez por todas que esta debe frenarse, que es un atentado a la libertad, a la democracia, que despoja al ciudadano de su espíritu crítico y su razonamiento.
Es hora de que el pensamiento moderado asuma su rol esencial en el trabajo de hacer que la sociedad pueda reconocer a la democracia como una cancha pluralista, donde es vital el respeto por el otro, por su posición ideológica y sobre todo por su libertad individual, en definitiva los moderados permitirán asumir que debemos aprender a vivir en el disenso.